Delegación diocesana de Familia y Vida

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La vivencia del Amor Conyugal

Es llamativo ver cómo la mayoría de las veces en que se consulta al ginecólogo para que indique un modo de espaciar nacimientos, es la mujer sola quien acude a la consulta. Como si esta preocupación fuera sólo de ellas y no afectara al varón. Ellas son las que piden ayuda, muchas veces son ellas las receptoras de tratamientos químicos o dispositivos para evitar embarazos por medios artificiales y padecen sus efectos secundarios...

La respuesta a esta cuestión por parte de la inmensa mayoría de los ginecólogos y médicos generales católicos practicantes, es contraria a la Doctrina Moral de la Iglesia, y por lo tanto es un pecado grave, que se suma a la ignorancia acerca de los métodos naturales.

En cuanto a los maridos, se aprecia poco acompañamiento masculino, y cierto descuido que no puede deja de erosionar la relación a largo plazo. El detalle habla por sí solo de hasta qué punto la “carga” de espaciar los hijos se hace recaer exclusivamente en la mujer.

Al utilizar un método anticonceptivo, es fácil convertir al otro en un objeto de goce egoísta, y esto se sufre  con mayor frecuencia en el lado femenino, aunque no siempre sea así. La persona que acepta el uso de un método anticonceptivo para suprimir voluntariamente la capacidad procreativa de un acto conyugal, desconoce el valor y la dignidad que tiene la totalidad de su persona, no se respeta adecuadamente a sí mismo y es fácil que su cónyuge también pueda tener actitudes poco respetuosas con el tiempo. El respeto a la persona es básico para que pueda haber convivencia en igualdad, y no dominio del uno por el otro. Esto es lo que siembran los métodos anticonceptivos en los matrimonios.

Cuando una pareja acude a aprender un método de reconocimiento de la fertilidad, aconsejamos siempre que participen ambos esposos en las clases. Es cierto que la única que puede reconocer su fertilidad es la mujer. Pero el hombre tiene un papel relevante en el reconocimiento de la fertilidad de su esposa, que también es suya, porque “ya no son dos, sino una sola carne”, y que le ayude a llevar el registro de las observaciones. También es conveniente que conozca igual que su esposa todas las situaciones de fertilidad o infertilidad de un día concreto, para que los dos puedan tomar decisiones responsables a la hora de utilizar ese día para expresarse físicamente su amor. Esto les coloca en una situación de igualdad.

Al participar del reconocimiento de la fertilidad de su esposa, el marido va descubriendo con asombro algo que le va fascinando y le ayuda a comprender mejor, y a respetar a su mujer en su totalidad. La esposa reconoce ese aprecio y respeto, y eso hace que aumente la estima por su esposo. Es una experiencia inigualable de comunión, que sólo proporcionan los métodos de reconocimiento natural de la fertilidad vividos con responsabilidad.  Aunque también puede darse el caso de que se llegue a usar mal la vivencia de un método natural que sólo busca obtener un goce físico.

Exigen un aprendizaje formal y el ejercicio del autodominio, de modo que el impulso se controla desde la voluntad, y eso hace que el individuo sea señor de sí mismo y no esclavo de sus impulsos. Para ello es necesaria la ayuda de la Gracia, las propias fuerzas no bastan.

Actualmente se pueden aprender dos métodos naturales en nuestra diócesis: el método sintotérmico/ Billings en …., y el Modelo Creighton, con monitoras que lo enseñan individualmente por Skype (www.naprotec.es).

M. Victoria Mena
Ginecólogo. Especialista en Naprotecnología
Zaragoza.